
De la pedagogía de la crueldad a la compasión
Cada día amanecemos con nuevas noticias, muchas de ellas trágicas, donde decenas de personas pierden la vida, inocentes en su mayoría. Niñas, niños y adolescentes, mujeres, hombres, ancianos y ancianas son atormentados con guerras injustas en las cuales no tienen la menor participación ni la más mínima responsabilidad o injerencia, hambre, políticas y cambios estructurales incomprensibles… generando una mayor brecha y cada vez más desplazamientos forzados que todavía no son considerados como tal, sino como migraciones y movimientos voluntarios entre territorios y naciones. Es evidente que la mayoría de países del mundo enfrentan crisis humanitarias de gran impacto, crisis de las cuales no sólo son responsables los países que enfrentan estas mismas dificultades.
Lo trágico de esto (evidentemente, junto con la pérdida de vidas, los desahucios y desplazamientos de muchas familias, y la miseria y precariedad de millones de seres) es lo que Rita Segato denomina “la pedagogía de la crueldad” en la que crecemos, se nos enseña y educa y estamos todos/as inmiscuidos. Se trata de la normalización y promoción de la no-empatía y cómo esto se ha hecho institución, escuela y partido político (veáse todo el resurgimiento y crecimiento al alza de la ultraderecha en infinidad de países, empezando por Europa, la cuna de los Derechos Humanos).
Cada vez más se busca y se incentiva la reducción de los niveles de empatía y de compasión tanto hacia uno/a mismo/a como hacia los demás. Se da rienda suelta y se permite que esto se haga público a través de series de televisión, noticias, películas violentas en horarios infantiles, redes sociales, prensa… Y en este maremágnum de violencia, donde la solidaridad y sensibilidad es castigada y ridiculizada, donde no hay filtros frente a la crueldad y el odio, vivimos. Y como consecuencia de ello, lo interiorizamos, normalizamos y, en muchos casos, multiplicamos.
Miles de personas acaban de cruzar por tierra y mar de un país a otro (de Marruecos a España) y la reacción de gran parte de la población ha sido la crítica y el desprecio, cuando la sensibilidad ante el sufrimiento es parte natural del ser humano (empezando por el sufrimiento propio, de lo contrario no habríamos sobrevivido). ¿En qué punto nos insensibilizamos tanto hasta el grado de no conmovernos con el dolor de niños y niñas? La relación propia y ajena con el sufrimiento ha sido escindida, desplazada por completo por el bienestar en y de las cosas. Esta insensibilidad física y moral es probablemente proyecto de muchos y muchas que, evidentemente, comienza con uno/a mismo/a y termina siendo un termómetro del mundo en el que vivimos.
Es un error de todos/as minimizar la violencia que sucede todos los días ante las mujeres, los grupos vulnerables, los/as desplazados… y considerar estas hechos como actos marginales, periféricos y residuales. El descuido de estos cuerpos olvidados en el mar, en contenedores, bajo escombros, perpetua el desprecio a la vida, el control de unos sobre otros, así como sobre el medio ambiente y el mundo. Esta frialdad y pésima gestión emocional, a la larga, trae más dolor.
Y mientras la pedagogía de la crueldad construye personalidades psicopáticas, personalidades desprovistas de empatía, alienadas con el proyecto de consumo y de objetivización de las otras vidas, la compasión nos recuerda que todos somos humanos y que la relación con el dolor nos vincula. Que no hay no hay una humanidad “más humana” que otra. Que en esta condición todos/as somos iguales. Probablemente, en la única categoría en la que somos iguales pero la más importante de todas, o más, la única importante realmente.
Sabemos que la compasión es una habilidad innata y prosocial que tiene que ver con la supervivencia y evolución de las especies. A pesar de haber sido olvidada y sepultada por todo lo mencionado anteriormente, es un indicador de salud mental y desarrollo. Afortunadamente, no podremos salir de estas crisis personales y sociales si no es a través del cultivo de lo que nos ha permitido crecer, es decir, de la bondad, los acuerdos y el altruismo.