
Mindfulness, cuerpo y feminidad. Cómo el mindfulness puede ayudar a entender el cuerpo de la mujer
Hay una parte de nuestras vidas que apenas se ha integrado en el Mindfulness y que, sin embargo, está en el cuerpo de más de la mitad de los/as practicantes, es decir, en el cuerpo de las mujeres (aunque también podríamos hablar del cuerpo de los hombres, no en esta ocasión).
El Mindfulness, o la atención plena, nos acerca de una forma íntima –en ocasiones inmediata, en otras ocasiones con mayores dificultades-, a nuestra propia experiencia corporal. De hecho, el principal precursor del mindfulness, Jon Kabat Zinn, hablaba constamente de la corporización de la práctica y de la atención plena, es decir, del encuerpamiento del mindfulness, una atención que emerge desde todo nuestro cuerpo, de dentro hacia afuera y de afuera hacia dentro. A medida que vamos cultivando las cualidades de la conciencia podemos ir teniendo una relación, a la vez, más cercana y amplia de nuestras experiencias corporales. Sin embargo, cuando hablamos de experiencias corporales siempre nos hemos referido, principalmente, a las emociones y otras sensaciones que emergen dentro, agradables, desagradables o neutras. Muchas de ellas, asociadas al estrés, a la cotidianidad o a alguna otra experiencia que hayamos vivido recientemente o incluso anterior.
Si bien todo esto es francamente útil y gran parte del corazón de la práctica –la atención a las sensaciones, sentimientos, pensamientos y conductas-, también es cierto, que al no considerar o ahondar en las diferencias entre los hombres y las mujeres o que esta disciplina ha sido transmitida sobre todo por varones, el mindfulness no se ha puesto al servicio, o más bien, no se ha integrado, con las particularidades del cuerpo de la mujer (honrando las diferencias de cada una).
Como todos/as ya sabemos, los cuerpos de las mujeres atraviesan una serie de cambios cíclicos desde su pre adolescencia que van a ir modificándose a lo largo de toda su vida. Si el mindfulness es una herramienta de investigación, podría ser el lugar desde el cual acercarnos o aproximarnos a estos cambios y experiencias que integran la totalidad del ser, dirigiendo una especial atención a la experiencia del cuerpo desde estas particulares de la mujer, que integran los órganos sexuales femeninos, el ciclo menstrual, las hormonas que acompañan cada estadio con sus mensajes y sus funciones, los flujos, los olores, etc. y entendiendo, desde una mirada holística, cómo es esto para cada quien. La práctica de la atención plena puede ir acompañando estos cambios vitales y bienvenir su aparición.
Probablemente el mindfulness sea una de las mejores herramientas que tenemos para conocer e investigar profundamente esta ciclicidad que está en constante cambio y movimiento; para tener una experiencia más amable con aquello que incluso, en ocasiones, duele. Duele porque el útero palpita, se estremece y ofrenda y entrega parte de sí todos los meses. Duele, también, porque la mayoría de las mujeres cuentan con alguna historia en su cuerpo de violencia (con la mirada, con la palabra o, peor aún, con la acción).
Que la conciencia y la plena atención nos ayude a estar cerca de nuestros ciclos y cambios, que nos ayude a conocer qué trae cada una de estas fases, que podamos estar amablemente con todo ello, que aceptemos nuestros fluidos, nuestros líquidos y mares internos con bondad, que nuestros propios olores sean objeto de investigación. Que nada quede fuera.